Acontinuación, comparto mi respuesta a una carta enviada por una colega docente con motivo de una reunión donde se planteaba debatir la situación actual docente. Por respeto a ella es que no cito su nombre ni su carta, pero a través de mi respuesta se puede entreveer la tónica de la misma, además incluyo algunas citas a partes que creí importantes.
En primer lugar, me encanta el análisis que haces sobre nuestra situación frente a los cambios propuestos, que lamentablemente COINTINÚAN VINIENDO DESDE ARRIBA. Se nos consultó para la elaboración de la Ley Nacional de Educación, sí, pero las propuestas de cambio siguen bajando JERÁRQUICAMENTE. Al parecer los docentes no podemos o no sabemos proponer cambios, bah, está claro que esto es mentira pues tanto en tu escrito como en el mío hay propuestas, no sólo expresión de deseos o de ideas.
Siguiendo en esta línea, me siento muy identificado con tu descripción de la situación docente, este párrafo pinta lo que estamos notando los docentes en las dos últimas décadas:
La
próxima parte donde describís tan patente al docente actual, como una
persona común con necesidades básicas y cada vez con más exigencias y
menos retribuciones, deduciendo de esto lo siguiente:
En primer lugar, me encanta el análisis que haces sobre nuestra situación frente a los cambios propuestos, que lamentablemente COINTINÚAN VINIENDO DESDE ARRIBA. Se nos consultó para la elaboración de la Ley Nacional de Educación, sí, pero las propuestas de cambio siguen bajando JERÁRQUICAMENTE. Al parecer los docentes no podemos o no sabemos proponer cambios, bah, está claro que esto es mentira pues tanto en tu escrito como en el mío hay propuestas, no sólo expresión de deseos o de ideas.
Siguiendo en esta línea, me siento muy identificado con tu descripción de la situación docente, este párrafo pinta lo que estamos notando los docentes en las dos últimas décadas:
"ESTA sociedad integrada por sujetos con derechos y
obligaciones, EMPIEZA A PERFILAR ALGUNOS CAMBIOS, SUJETOS CON TODOS
LOS DERECHOS Y SUJETOS CON TODAS LAS OBLIGACIONES, COMO POR Ejemplo
los docentes que es lo que en este momento nos interesa, cuyos
derechos cada día se van diluyendo sutilmente hasta CORRER EL RIESGO
DE DESAPARECER , derechos que no son adquiridos de un día para
otro, pasan muchos años para ser adquiridos, y muchas veces se
pueden perder en un segundo."
Es
decir, podemos discutir si esto es cierto, pero lo que no se puede
negar es que ésta es una percepción del grueso de los docentes, por
múltiples causas (la avanzada de un gobierno que se atornilla en el
poder, los gremialistas puestos al servicio de esos gobernantes y no de
los docentes, parte de la sociedad que pretende tratarnos como sus
peones, padres que aprovechan la avanzada de los derechos de los niños
para hacer un mal uso de ellos, etc)
"Entonces el
trabajo entendido como un medio para dignificar nuestra vida se
transforma en un fin. Y el concepto de justicia que estamos buscando
se empieza a resquebrajar."
Está
muy claro, no podemos ser máquinas, herramientas de un sistema. Ante
todo, somos personas. Pero en esta manía de buscar héroes o, peor aún,
salvadores y mártires abnegados a una causa, les hemos tirado todo el
peso a la Educación y explícitamente depositamos toda la responsabilidad
en los docentes. Erigimos al docente como el gran salvador de la
sociedad, el protagonista de la transformación social, sin siquiera
ponernos de acuerdo en qué queremos cambiar y qué pretendemos lograr con
estos cambios. No hay consenso social. Es la cruda realidad. la
sociedad está partida en mil fragmentos, mal que le quepa a una
pretendida reorganización nacional de la mano del kirchnerismo hoy
todavía seguimos divididos como sociedad. En el plano de la educación
esto es patente, basta ver las enormes diferencias entre la educación
privada y la educación pública para darnos cuenta de la avanzada de la
primera sobre la última. En nuestra provincia, como en tantas otras,
existe una enorme complicidad para que esto suceda, de la mano de la
Iglesia Católica (recordemos que la mayoría de las escuelas privadas
tienen una filiación católica) quien en Río Cuarto se dió el lujo de
correr a dos escuelas públicas en una sola movida (desplazando al
secundario público J. B. Dichiara al lugar que ocupara la escuela
primaria pública San Martín para erigir, en su lugar, un instituto
privado) mientras el Estado Provincial sigue subvencionándolas (por
empezar, les paga el sueldo a los docentes, pero además ha contribuido
en numerosas obras también) cuando debiera ocuparse de la Educación
PÚBLICA.
Por
otro lado, con el mismo discurso del protagonismo en la transformación
social el Estado deposita CONSCIENTEMENTE tareas ajenas en el ámbito
educativo. El PaiCor es uno de los ejemplos más viejos, donde se vé
patente la política asistencialista llevada al extremo de controlar las
raciones entregadas solamente a quienes sean beneficiarios, designados
en muchos casos de formas poco claras (quizás no suceda en nuestra
escuela, pero he visto quedarse afuera a varios alumnos que lo
necesitaban en otros colegios) y rompiendo un rito tan necesario como el
de compartir una comida con la familia e incluso, en última instancia,
con sus pares y los docentes, quienes también tienen la entrada
prohibida al comedor de PaiCor.
Los
programas y becas donde se les entrega dinero directamente a la familia
sin siquiera una rendición de cuentas, es decir, una dádiva lisa y
llanamente, fomentando el asistencialismo y el clientelismo. ¿Quién no
vió a las punteras políticas de De La Sota por la escuela? ¿Te acuerdas
de la famosa carta entregada en un acto a De La Sota por una puntera,
mediante la cual pedían la cabeza de la directora de entonces? Yo
presencié la llegada de una "alta" autoridad, un director general si mal
no recuerdo, quien literalmente patoteó a la directora, como si fuera
un barrabrava (estamos hablando de una de las autoridades máximas en
materia de Educación) ¿qué podemos esperar con autoridades como esas? He
visto Inspectoras cuyo vocabulario nomás dejaba entreveer que
únicamente podrían ocupar ese puesto a dedo, vestidas como si fueran una
personalidad famosa o de la alta sociedad, con esos típicos perfumes
franceses carísimos (aunque la mona se vista de seda, mona queda) tanto
en las protestas de la citada escuela primaria San Martín como en otros
acontecimientos donde me las cruzara. Este año me sentí afortunado por
cruzarme con una inspectora concursada que al menos sabía cuál era su
rol (de mando) y lo interpretaba a la perfección.
Sí,
lo primero que noté al comenzar esta labor y tener contacto con las
autoridades es la TREMENDA VERTICALIDAD, digna más bien de una nación
belicosa o de tendencia fascista. En realidad, tras esa mascarada de
humo que es la imagen de ambos gobernadores que tuvimos se esconde el
autoritarismo propio de políticos personalistas, que pertenecen a
organizaciones políticas con una estructura pro-fascista. Hay un líder,
un caudillo, y una férrea línea de mando. Es que cuando no se puede
ganar la autoridad mediante los argumentos, mediante las propias
prácticas, no queda alternativa. Estamos en un punto crítico donde este
viejo modelo de llevar adelante las políticas, en este caso públicas, se
rebate en sus últimos manotazos por subsistir ante el avance implacable
de la colaboración y el trabajo en red, más propio de los tiempos que
corren de la mano de las redes sociales.
Se
vienen tiempos donde las figuras paternalistas cederán su lugar al gran
héroe colectivo, casi anónimo, expresado a través del poder cada vez
mayor de las mencionadas redes. Esto es sólo el principio y si no lo
queremos ver, si no lo queremos aceptar será nuestro problema, pues el
mundo seguirá adelante. Por eso es clave comprender este proceso de
cambio, al menos en lo escencial, ya que acarrea innumerables
consecuencias. La sociedad misma está inmersa en un proceso de cambio
del cual no es consciente sino en sus detalles a la vista, como si se
tratase de un gigantesco iceberg del cual sólo flota un pequeñísimo
pedazo.
Esto
está generándonos problemas de todo tipo, como es de preveer, ya que no
estamos preparados para un cambio semejante. La tecnología está siendo
utilizada como punta de lanza de estos cambios, pero en realidad es como
una creación que se les ha escapado de las manos por quienes pretenden
manejar el entramado mundial a partir de la economía.
Basta
con repasar la historia humana para darse cuenta la brutal aceleración
que sufrieron los cambios tecnológicos, imposibilitando la adecuada
asimilación por parte de la humanidad. Ciertamente, no estuvimos
preparados para semejantes cambios y menos ahora. Sin embargo, llegamos a
un punto límite, comenzamos a percibir fatales consecuencias de nuestro
accionar y de a poco (como debe ser, a nuestro verdadero tiempo) vamos
tomando consciencia de nuestra responsabilidad total en esos desastres y
en los futuros, de no cambiar nuestro curso.
Todo
esto no está llevando a bajar varios cambios, a darnos cuenta que
estamos dominados por nuestras propias invenciones, a las que creamos
para supuestamente dominar a la naturaleza, terrible paradoja esta.
Esto
se aplica especialmente en nuestra vida cotidiana, hay una necesidad de
bajar los decibeles (aunque siga habiendo gente que necesite hacer más
ruido) de frenar el consumo (aunque siga habiendo gente consumista) de
buscar nuestros tiempos (aunque siga habiendo seres que traten de
mantenerse ocupados todo el tiempo) de valorar lo más simple (aunque se
insista en complicarnos cada vez más la vida).
Una
grieta se abrió para dar paso a este nueva oleada de aire fresco, tan
necesaria. Como siempre, al principio la miramos con desconfianza, con
temor, tan acostumbrados a ser presa de él. Pero al cabo de un tiempo
desde que esto viene sucediendo, ya su voz suena más nítida entre las
estridencias oficiales, entre las propuestas de estandarización del
mercado, de subyugarse a su caprichosa corriente de un sólo sentido.
Está llegando a cada orden, cada espacio vital que ocupamos los seres
humanos. Se mete hasta con cuestiones que ni se nos hubiesen ocurrido
tiempo atrás, verdaderamente no dejan de sorprender a una sociedad que
creía haber perdido la capacidad de asombro. Y como todo cambio en la
humanidad, va a exigir un nuevo ordenamiento en todos los niveles de
nuestra existencia. La educación, como es de esperar, no está ajena de
ello. Sin embargo, quienes debieran ser los encargados de acompañarnos
en este proceso son quienes se empecinan en boicotearlo. Insisten con la
uniformidad (por ejemplo, sancionando una ley nacional de educación),
con la tecnología (por ejemplo, con el envío de millones de netbook) con
la contención como fin último (entendida como asistencia a un lugar
particular, ) cuando el mundo comienza a despegarse del lugar físico
para depositarse en las conexiones, las redes, en definitiva las
relaciones humanas. Esta última analogía debería abrirnos la cabeza
acerca de la importancia de nuestras relaciones, de cómo y para qué nos
relacionamos, pues nos acerca a la escencia misma del ser humano.
Pensar
este contexto ¿qué lugar le queda a la escuela? no puede ser tomado tan
a la ligera como lo hacen los supuestos inspiradores de los docentes,
esos teóricos escritores compulsivos a los que sistemáticamente mandaría
a dar clases antes de oírles decir o leerles escribir algo más. Es que
esta realidad los ha desbordado, como a todos, pero especialmente a
ellos que tienen una concepción que deciden defender a rajatabla.
Entonces, cualquier análisis que hagan está sesgado de antemano por este
interés, peor que un prejuicio. Y quien vaya de la mano de los cambios
lo huele al primer intento, los ve venir y no puede menos que
decepcionarse, pues en ellos están depositados las responsabilidades de
generar nuevas ideas o al menos de analizar lo que nos pasa. Nuevamente,
un modelo obsoleto que llega a su fin, el de los popes o gurúes de la
educación, deberá dejar su lugar, como mencionamos anteriormente, a la
participación colectiva. Hoy todos somos partícipes necesarios, a la vez
que nadie es imprescindible. Más aún con algo tan sensible como la
educación, la cual -cada vez más se torna evidente- ES TAREA DE TODOS.
Habrá
que parar la pelota, habrá que barajar y dar de nuevo, habrá que darnos
la posibilidad de reflexionar sobre esto que nos sucede ahora, dejar de
patear para adelante antes que sea demasiado tarde. Caso contrario, la
institución educativa se verá reducida a un mero validador de
conocimientos y competencias, o quizás ni eso. Sabemos de sobra que la
educación puede llevarse adelante SIN la escuela, especialmente en una
época que nos brinda tantos recursos. No me gustaría estar en unos años
refiriéndome a la muerte de la escuela, pero es una posibilidad que
antes parecía improbable y ahora comienza a ganar una escasa chance,
aumentando a medida que pasa el tiempo y seguimos insistiendo con lo
mismo. Hoy por hoy las escuelas se sostienen por la obligatoriedad y en
el caso de escuelas puntuales, como las urbano-marginales, por la
necesidad de un espacio de socialización con ciertas características que
no encuentran en su propio entorno. Esto nos genera una falsa sensación
de seguridad, como si la escuela misma no se viera amenazada en su
concepción actual, sin embargo esto dista mucho de ser verdad. Más tarde
o más temprano se harán oir las voces reclamando otra escuela, más
acorde a las realidades en las cuales se encuentran insertas. En ese
sentido, no debería extrañarnos ser ecos de cada vez más reclamos, los
cuales deberíamos recoger para plantearnos u debate hacia adentro y
hacia afuera de la institución educativa, a la vez que señalamos a los
responsables a los cuales deben dirigirse los reclamos. Aún hoy cuesta
reconocer a las autoridades provinciales como los responsables de las
políticas educativas por parte de la comunidad y más de una vez se
ensañan con las autoridades o los docentes de la escuela en particular.
Las recientes tomas de varios colegios en la ciudad son señales
inequívocas de un cambio necesario en ese sentido, abriendo un camino
por el cual van a seguir transitando las expresiones de la comunidad
educativa. Recordemos que en todas ellas lo docentes se eximen de
participar, aún cuando las compartan, por las sanciones que le caben. Un
excelente ejemplo de cómo la comunidad educativa se las va ingeniando
para hacerse oír, aún cuando se amordace a actores tan importantes como
los docentes.
Pero el debate social sigue ausente, como si aún no
hubiéramos llegado al punto límite que nos obligue a ello. Lamentable
conducta social la nuestra, esperando que la soga nos llegue al cuello
para recién ahí reaccionar, probablemente de la peor manera. Una cuenta
pendiente importante como sociedad, entonces, es dejar de esquivarle al
bulto y hacernos cargo de lo que nos pasa. Dejar de ignorarlo, de mirar
para otro lado, porque nos terminará estallando en la cara. Sino basta
recordar lo sucedido con los bolivianos meses atrás, un tremendo debate
social que nunca se había dado y que debió darse mucho antes y que trajo
consecuencias fatales. Hay muchas cuentas pendientes, la terrible
discriminación que salió a la luz en ese entonces no es más que la
sombra de la estigmatización de sectores sociales enteros, como el caso
del barrio Alberdi, por citar sólo un ejemplo. La hipocresía social
tiene plena vigencia en nuestra ciudad y en muchas otras localidades de
nuestra provincia, sin embargo se da por sobreentendido, casi
naturalizándolo, que es lo peor que podemos hacer. Algo parecido a lo
que hicimos con la violencia y que recién ahora está saliendo a la luz. O
de las tremendas diferencias socio-económicas. En fin, hay muchas más,
imaginémos entonces cuál será el lugar de la educación en esta lista de
debates pendientes.
Queda claro, entonces, que nuestra
institución educativa es una más entre las demás instituciones de cuya
labor depende nuestra sociedad. Será cuestión de revisar cómo se aborda
en la práctica esta cuestión de "transformar la sociedad". Por lo
pronto, como ya mostré anteriormente, veo una insistencia en el
asistencialismo como solucionador de problemas sociales, algo que a
todas luces no puede seguir sucediendo si de veras pretendemos
transformar algo. ¿Cómo vamos a transformar, a cambiar si nuestras
acciones políticas van dirigidas a sostener lo existente? Porque si hay
algo a lo que contribuye el asistencialismo es a emparchar, a brindar
una solución pasajera, un remiendo, pero se torna algo "provisorio para
siempre". Uno de los grandes males argentinos, debiera decir. Lo atamos
con alambre y lo dejamos así nomás, como si eso fuera la solución
definitiva.
Planes sociales, programas e incluso la
Asignación Universal por Hijo no son más que paliativos, no proponen ni
podrán brindar una SOLUCIÓN DE FONDO. Es algo para salir del paso, para
dar un auxilio ante la urgencia.
Pero no se puede vivir en
estado de emergencia. Eso es lo que nos pasa como sociedad. Debemos
romper este círculo vicioso de las urgencias y poner las fichas donde
corresponde, en las soluciones estables. O bien el beneficiario
encuentra un trabajo digno con el cual subsistir o bien cuenta con un
impedimento y deberá recibir una pensión. Ahora continuar percibiendo el
cobro de un plan es indigno, no sólo por el monto irrisorio, sino
porque detiene a la persona involucrada en un estado de inmovilidad.
Algo parecido a lo que nos pasa con el desempleo, porque tienen la misma
raíz. Las personas necesitamos ganarnos dignamente el pan, como se
solía decir, y eso no es posible a través de estas políticas
asistencialistas. De más está decir que no estoy de acuerdo con estas
políticas porque son sostenidas en el tiempo y sin reemplazo digno
alguno.
Es claro también que hay un rédito político en
todo esto que a su vez le da un carácter perverso: el clientelismo
manifiesto con el que se manejan los planes nos muestran las verdaderas
intenciones: no se trata de solucionar problemas sino de aprovecharse de
los necesitados para tener una población cautiva a la cual manejar
políticamente. Entonces, todos estos políticos son los responsables de
este clientelismo y del sostenimiento del asistencialismo, pues lo usan
impunemente para su propio beneficio.
Por otro lado,
nuestra nación se caracteriza por una ausencia total del Estado en todo
lo referente al control. Imagínense por un momento que se propusiera
brindar una verdadera política social de asistencia. la misma exige
algún tipo de control para poder llevarse adelante con relativo éxito.
Hoy por hoy cualquiera que pueda tener hijos puede hacer prácticamente
cualquier cosa con ellos, como si fuesen su propiedad. De hecho, se
concibe a los hijos como una propiedad de los padres, aunque a la hora
de responder por sus actos poco se les exige en la práctica: no recuerdo
caso alguno de padre o madre que vaya a la cárcel o se vea penado por
algún crimen cometido por su hijo o hija menores de edad. Para ser
honestos, existe un vacío enorme, no sólo legal sino también político e
incluso de consideración social. Nadie parece interesarse demasiado por
estas cuestiones, salvo algún docente que es testigo del abandono o el
maltrato recibido por algún alumno o alumna. Poco se puede hacer en esos
casos y existe otro enorme vacío, con el cual perdemos todos,
especialmente los niños.
¿El Estado? Ausente.
Al
parecer la concepción liberal se hizo carne en nuestra cultura y somos
libres de hacer con nuestros hijos lo que nos plazca. Como si esos
mismos hijos no fueran parte de la sociedad, no actuaran en ella o sus
acciones pudieran arrojar consecuencias considerables. Peor aún, esto no
garantiza siquiera el respeto a los derechos de los niños, ¿acaso no es
el Estado el garante de derechos? Sin embargo, hasta queno suceden
hechos lamentables reiterados, hasta que no es demasiado tarde, el
Estado no actúa. No me canso de repetir, existe un vacío enorme que ni
aún las ONGs, fundaciones y demás asociaciones civiles no consiguen
llenar ni les compete. Como decía anteriormente, es algo que noté
también a los pocos años de ser docente y es algo que denuncié e incluso
me atreví a proponer soluciones cuando se nos consultó para elaborar la
Ley Nacional de Educación. Por supuesto, todo cayó en saco roto,
prometieron formar un gabinete de especialistas por escuela que en
Córdoba no existe (solamente hay un gabinete por jurisdicción, algo
sencillamente bochornoso frente a la gran demanda existente en las
escuelas) pero así se hubiera implementado adecuadamente esto dista años
luz de brindar soluciones. Nuevamente se vé aquí está concepción de
escuela salvadora, que en Córdoba no es más que verso, tirándole a la
escuela la cuestión social.
Los problemas mencionados
anteriormente no deben ser abordados ni por la institución educativa, ni
por alguna institución de salud ni por la justicia, ni por un
ministerio de trabajo: requieren de su PROPIA INSTITUCIÓN, quien por
supuesto se vinculará con las mencionadas. Necesitamos una verdadera
institución que aborde la problemática de la asistencia social, que de
por tierra con el asistencialismo y se encargue finalmente de coordinar
las políticas públicas necesarias para brindar verdaderas soluciones.
Esto
no es un invento mío, es lo que sucede en los países donde se tomó en
serio esto de abordar los problemas sociales. La escuela no tiene nada
que hacer en estas cuestiones pues su meta es otra: brindar la
posibilidad de formación avalada por el Estado. Por eso no es posible
hablar de educación sin abordar estos temas, están íntimamente ligados
en nuestra realidad argentina. Padece de los mismos males que nuestra
nación, en este caso de la ausencia de control ylo que este control
-bien entendido- trae: previsión y prevención. Con la salud ocurre lo
mismo. No hay políticas públicas de prevención pero sí campañas
obligatorias de vacunación, por dar un ejemplo. Mientras tanto los
docentes sacan cada vez más carpetas médicas y licencias psiquiátricas.
La
ausencia de políticas públicas en este sentido hacen caer en saco roto
todos los intentos por mejorar la educación y me atrevo a decir que
seguirán condenando al fracaso a futuros intentos que no los contemplen.
Por eso es también nuestro deber exigir el tratamiento de estas
cuestiones y en todo caso abrir el debate de estos temas. Sin un debate
profundo de los temas candentes es absurdo pretender cualquier mejora,
aunque los cambios ya estén en marcha. Es hora de ponerlos sobre el
tapete, de proponerlos como parte de la agenda, como gustan decir en
estos días.
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