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Ser diferente es tomar el control de mi vida

Este es un blog muy particular para mí, porque me llevó a forzar la publicación de cuestiones  muy profundas y muy mías, pero que a su vez también lo son de los demás. ¿Contradicción? Para nada, simple paradoja de la vida.
Es que en nuestro habitual sitio de confort cotidiano (el cual  tampoco hay que desechar por completo, puesto que necesitamos esa calidez que nos brinda cuando realmente la necesitamos) nos lleva habitualmente a no pasar a la acción en muchas cuestiones de las cuales empezamos a tomar conciencia. Con la experiencia, uno va encontrando diversas estrategias para ponerse manos a la obra, y este blog (entre otros) está demostrándome que responde precisamente a esa meta.

Hoy en particular quiero escribir sobre mis últimas experiencias que no por ser cotidianas dejan de tener su importancia, sino todo lo contrario. Creo que justamente en lo cotidiano, incluso hasta en lo rutinario, dejamos huellas de nuestras cuestiones más acuciantes, aquellas que re-definen nuestra existencia.

No voy a describirles ninguna situación en particular que, de hecho, sería muy enriquecedor por lo anecdótico y por supuesto mucho más didáctico, si se quiere. Como lejos estoy de ponerme en la actitud de un sabio, ni siquiera de un mentor o maestro, simplemente voy a describir las actitudes tanto mías como ajenas que estuvieron presentes dándole forma a las situaciones, las cuales cada uno puede completar con alguna particular historia si así lo desea.

"Desde hace varios años vengo planteándome de forma crítica mi situación y, entre otras definiciones, me llevó a decidir buscar un cambio de vida, como se dice habitualmente, a cambiar de aire. Esta decisión fue acompañada por un análisis más realista de las posibilidades de concretarlo y de allí al planteo de algunos objetivos que me acercaran a lograrlo. Dejo en claro que no soy partidiario de la planificación detallada ya que nunca se cumplirá como lo preveemos y nos limita a lo allí establecido, cohartando las posibilidades de nuevas opciones que no hayamos visto o que pudiesen surgir más adelante, esto basado en mi propia experiencia. 
En fin, uno de los objetivos tenía que ver con un logro a partir de un bien económico de mi propiedad, inutilizado por entonces, para lo cual esbocé un plan tan simple como efectivo, teniendo en cuenta la situación económica general e incluso la propia. Para ello, estuve todo un año ahorrando, privándome de ciertos gustos que acostumbraba darme pero sin demasiado impacto en mi estilo de vida.
De esta manera conseguí algunos elementos necesarios para lo que me proponía, aún pese a la agravante crisis económica (de la cual parece que nunca salimos) y al comenzar el siguiente año me propuse seguir con la siguiente etapa del plan, el cual lentamente iba desarrollándose de acuerdo a lo esperado.
Es así que, en medio de este proceso, me veo envuelto en la consideración de las propuestas de diferentes personas de mi entorno más cercano, quienes en el supuesto afán de colaborar con mi causa, en base a su experiencia, me convencen de dar un viraje y tomar un destino mucho más arriesgado, con el planteo de que así lograba concretar mi objetivo en mucho menos tiempo. 
Tras analizar una y otra vez, sopesando ventajas y desventajas, pero principalmente depositando toda mi confianza en estos devenidos asesores, me ví embarcado en una vorágine, por otro lado muy habitual entre el común de las personas. Sin entrar en más detalles, la nueva situación comprometió mi situación económica, si bien dentro del límite tolerable, extendiendo mi compromiso financiero por un par de años. Al principio creí que esto podría ser el peor obstáculo, pero estaba muy equivocado.
Más temprano que tarde los favores se cobran de alguna manera, y la asesoría muchas veces no es tan generosamente gratuita como parece al principio. Por más que te juren y perjuren lo contrario, de alguna manera te la terminan cobrando, salvo honrosas excepciones (que tengo el orgullo de integrar) y de una manera que ni ellos mismos se imaginan.
Por empezar, este nuevo desafío involucraba el trato con otras personas, las cuales debían realizar ciertos trabajos para mí. Esas personas se habían ganado la confianza de quien me asesoraba, y al parecer eso sólo bastaría para contar con sus servicios. Sin embargo, la realidad me demostró que la situación era bien diferente conmigo, ya que de hecho requería más trabajos de su parte y de mayor envergadura. Para peor, en el rubro concreto escaseaba gente siquiera confiable, ni hablar de pedir un trabajo bien realizado cuando no podía pagar a quienes me lo aseguraran. Encima las personas en concreto se mostraban muy suceptibles, y al parecer sabían aprovecharse de la situación. Es decir, me ví envuelto en una situación un tanto delicada. Sin embargo, supe guardar la compostura y seguirles la corriente hasta poder tomar las riendas del asunto. 
La verdad que me encontré en una situación difícil, particularmente novedosa y a priori en total desventaja. Como para completarla, a mi "asesor" (quien ya me había solicitado un par de favores muy simples de cumplir a los que por supuesto había sabido responder) no se le ocurrió mejor idea que incluirme en sus propios planes, donde supuestamente podría obtener una tajada con la cual afrontar los expensivos gastos que estaba realizando. El resultado fue que me ví aún más comprometido, está vez dedicando horas de mi vida a otra actividad que me resultaba muy gratificante, aunque muy alejada de mis competencias y sin otra retribución que la de algún agradecimiento. Por otro lado, tuve un sinnúmero de situaciones desagradables en los trabajos encargados, las últimas de las cuales me hicieron dudar de la supuesta confianza depositada en tan ignatas personas.
Al cabo de un tiempo (el necesario para comprobar que mi situación financiera no me permitiría concretar con mi objetivo) decidí concluir los trabajos con esta excusa, y de esa manera logré derrumbar para siempre las actitudes deplorables de las personas mencionadas, a la vez que darle un respiro a mi asfixiada economía. Envalentonado ya por estos resultados, y tras pasar algún tiempo más (el necesario para cerciorarme que al "mecenas" yo le importaba tanto como para no darme un céntimo) decidí encarar la situación con el otrora asesor y, tras confirmar las peores sospechas en una charla íntima y franca, puse oficialmente fin a nuestra relación comercial (e íntimamente también a la que nos ligaba) recuperando así mi tranquilidad."

¿Qué fue lo que posibilitó verme involucrado en tal situación?
Sin dudas, hoy puedo afirmar que fue perder el control de mi propia vida.
La anécdota hasta puede parecer graciosa, pero es real y no doy detalles para no perjudicar a nadie en particular. Porque lo que realmente interesa aquí es mostrar cómo solito fui metiéndome en el guión de otro, perdiendo la dirección original que le había dado al proyecto.
Tampoco hay duda que me dejó varias enseñanzas, pero la que primero quiero destacar es esta: pase lo que pase, debemos mantener el control de nuestra vida.
Si nos embarcamos en un proyecto que involucra aspectos desconocidos, en los cuales puedo verme en desventaja, podemos asesorarnos con otras personas de confianza, pero siempre debemos tener en claro que su aporte es sólo eso. La decisión, por más que nos parezca menos apropiada porque no es lo que haría el común de la gente o porque no es la que nos dicen los eventuales "asesores", es nuestra. Y, más aún, es preferible equivocarse aplicando nuestra propia idea. Si falla nos tenemos que hacer cargo, pero si está acertada ¡te colma de satisfacción! y encima te queda para siempre guardado como un logro propio más en tu vida.

En mi caso, se trataba de un proyecto individual, por lo tanto solo cabía en mí la responsabilidad de decidir sobre él. Pero, ¿qué hubiese sucedido si se tratara de un proyecto compartido? No quiero ni imaginarme lo que sucedería si uno se dejara arrastrar hacia las ideas, deseos o circunstancias de otros ajenos al proyecto, ¿qué pasaría con la o las demás personas involucradas, cómo lo tomarían? Se me acaba de ocurrir que, quizás, un buen ejercicio sería pensar a estos proyectos individuales como si fueran colectivos antes de ceder ante la propuesta de otro.

Justamente en psicología le llaman proyección a la actitud que adoptan con otras personas quienes, a partir de alguna frustración propia, proyectan en el otro sus propios deseos, inquietudes, debilidades, temores, etc. En mi caso, es patente que, sin intención de perjudicarme, el supuesto asesor hiciera una proyección en mí. ¿Por qué?
Porque nuestra situación es muy diferente en muchos sentidos, y si bien al parecer está muy satisfecho con su vida, seguramente habrá cuestiones que le hubiese gustado llevarlas a cabo de otra manera y ¿qué hubiese pasado si ...? ¿cómo saberlo? ¿qué mejor oportunidad que alguien en condiciones de hacerlo?
En este sentido, los padres no son los únicos que tienen estas actitudes y la mejor manera de evitar terminar como un conejillo de indias es mantener a toda costa el timón de nuestro destino.

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